Medio mundo se empeña en demostrar la transcendencia del referéndum del sí o el no griego a Europa. Unos reivindicando la dignidad del pueblo griego y otros profetizando toda suerte de desastres.
Cierto que lo primero es así y no puede ser de otra manera para todos los pueblos y gentes de este maltrecho mundo. Y cierto que lo segundo conforma el caldo del miedo en el que hierven desde hace tiempo.
Pero no, de ninguna manera este referéndum es relevante.
En primer lugar porque la pregunta circunscribe el oxi (no) o el nai (sí) a los términos del acuerdo tal como estaban expresados a fecha de 25 de junio de 2015. Y, sea cual sea la respuesta del pueblo griego eso permitiría hacer valer cualquier otro acuerdo con tan solo ligeras variaciones. O sea, el asunto podría resolverse quedando prácticamente igual.
Aunque la mayoría de los griegos expresasen que desean otra Europa, es bastante improbable que esa "otra" Europa se constituyera así, por arte de magia helénica.
La Europa actual no es la Europa de los ciudadanos y ciudadanas de Europa. Es un extraño engendro al servicio de los siempre oscuros intereses económicos mundiales. Puede parecer una democracia puesto que cada país elige sus representantes. Pero, a la hora de la verdad, las decisiones graves, puras y duras las toman entes que no han sido votados por nadie. Un ejemplo claro se puede ver en el tema de las negociaciones del TTPI.
La ciudadanía celebró con inocente alegría la moneda única. Y solo muchos años más tarde empezamos a sospechar vagamente que hemos sido víctimas de algún tipo de estafa. Aún no lo tenemos claro a pesar de que, de forma muy evidente, tanto derechos como estado de bienestar se han retrotraido brutalmente.
El gobierno de Syriza ha dejado entrever que no seguirá gobernando si la mayoría dice SI. Eso está por ver. En todo caso, si se convocaran nuevas elecciones ¿a quién votarían los griegos? ¿volverían acaso a dar el gobierno a la caterva de corruptos que los ha dejado en la miseria?
La intención de voto en el referéndum del 5 de julio parece muy dividida. Y no es extraño. Por un lado, los enemigos de Syriza están deseando ver cómo tropiezan y se rompen la crisma. Igualmente, hay mucha gente aterrorizada con la posibilidad de que las cosas empeoren y no es de extrañar porque realmente están muy jodidas.
El asunto tendría mucha más transcendencia si se estuviera decidiendo seguir o no en esta Europa pero Tsipras y Varoufakis han dejado claro (no sé si por prudencia o por convicción) que no es esa la cuestión. Es cierto que ese sería un planteamiento de un calado importante. Pero las perspectivas no son halagüeñas teniendo en cuenta lo mucho que depende Grecia de las importaciones. Desde luego, el café griego no sería igual con achicoria, suponiendo que hubiese una suficiente producción nacional de achicoria.
Dirán algunos que Grecia podría alinearse con Rusia y formar una UE paralela. No digo que no pudiera ser. Pero aquí entramos en palabrería mayor. Nos sumergimos directamente en el tema bloques mundiales y asoman la cabeza y algo más los Estados Unidos de América. Uy... follón del calibre 15.
Así que, resumiendo, el resultado del referéndum griego, posiblemente, será apenas una victoria moral para los que defienden una u otra respuesta. Casi todo apunta a que los cambios de escenario no serán apenas relevantes. Eso sí, puestos a elegir, prefiero que gane la dignidad que, aunque no solucione nada, sí que ayuda bastante a mantener la cabeza alta.
Y, a todo esto, el barrio ateniense que mejores perspectivas de futuro tiene seguirá siendo Exarchia. No por nada, sino por ser el que desde hace tiempo ha apostado por la autogestión.
De acuerdo con el artículo pero, como deseo seguir existiendo, ahí va una sugerencia:
ResponderEliminarSumergidos en los temas económicos, quizá olvidamos la victoria moral que supondría la victoria del 'OXI': por una parte reforzaría la convocatoria de referéndum y, por ende, la democracia y, por otra, significaría el refrendo de la victoria en las elecciones de personas/grupos que nunca antes habían accedido al poder. Poder que, por lo menos desde final de la II Guerra Mundial, había estado en manos de determinadas familias (Venizelos, Papandreu, Karamanlís...) que ven a los recién llegados, no como vencedores del juego democrático, sino como usurpadores de algo que les es propio y que hay que devolver a su sitio natural a cualquier precio. Han jugado a la “democracia” y han perdido; de ahí que las urnas parezcan tan peligrosas.
Y de ahí también que los grandes medios de comunicación al servicio del poder, tanto de dentro como fuera de Grecia, hayan estado intoxicando en lugar de informar: de repente han visto un peligro en que los ciudadanos decidan dar contenido a sistemas democráticos que eran pura fachada.