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    lunes, 22 de septiembre de 2014

    Mi vida sin champú

    Sé que este no es un blog especialmente dedicado a la belleza y cosas de esas. ¿O sí? Bueno, da igual.

    Lo que pretendo es deciros, sin demasiado rollo, que lo de no usar champú, aunque esté de moda, es de lo más clásico. ¿O creéis que los champús tal como los conocemos existían antes del siglo XX? Pues no.

    Básicamente la gente se ha lavado el cabello con agua, eventualmente con jabón (pero no es nada recomendable porque te lo deja hecho un estropajo). Y, dependiendo de los lugares y costumbres con distintas infusiones de plantas, arcillas y formulaciones diversas más o menos interesantes.

    Por ejemplo, en Marruecos existe el Ghassoul, una arcilla especial (básicamente sílice y magnesio) que realmente es maravillosa como champú. Yo la utilizo siempre que puedo conseguirla.

    Basta diluir una pequeña cantidad en agua hasta formar una agua "sucia", de color marrón claro. Te la echas sobre el cabello húmedo y te das un buen masaje (que es lo que significaba originalmente la palabra shampoo, por cierto).

    Luego te enjuagas, y listo. El cabello queda limpio, sano y se mantiene con buen tacto y aspecto durante bastante más tiempo que usando cualquier champú comercial.

    Pero también debo decir que lo que más utilizo por comodidad y disponibilidad es el ya famoso bicarbonato sódico.

    Sé que ahora está de moda y se habla a lo largo y ancho de Internet de lo de lavarse el pelo con bicarbonato. Pero, creedme, no es una cuestión actual. El bicarbonato limpia el cabello como mínimo igual que el mejor champú. Y, desde luego, sin el estigma de los diversos compuestos químicos de merecida o inmerecida mala fama.

    De hecho, el movimiento actual en pro de no usar champú se denomina "no poo" (o séa, no mierda).

    Y, por otra parte, el bicarbonato de sodio es muy, muy barato.

    Con tanto ímpetu se está propagando esta vuelta a las raíces, al abandono de los productos comerciales para el cabello, que estamos viendo también ciertas campañas en los medios de comunicación que cuentan bárbaras tonterías sobre lo malo que es lavarse sin champú.

    Os puedo asegurar que mi cabello está perfectamente sano y visualmente atractivo (aunque eso no debería decirlo yo). En suma, que uso raras veces champú. Lo siento, fabricantes de champú. Es lo que hay.

    Uso el bicarbonato sin preocuparme mucho de medidas y proporciones. Supongo que la práctica hace que cada persona le acabe pillando el truco. Básicamente pongo una cucharada bien colmada de bicarbonato en un recipiente de plástico del tamaño de un vaso de beber. Bueno, vale, confieso que ni siquiera mido la cucharada. Lo echo directamente del bote.

    Luego, ya en la ducha, lleno el vaso de agua caliente, lo revuelvo bien con el dedo y me lo voy echando sobre el cabello. Aproximadamente la mitad. Me doy un placentero masaje y aclaro.

    Igual que el Ghassoul, el bicarbonato no hace espuma. Los champús tampoco harían espuma si no llevaran agentes espumantes. Qué le vamos a hacer, la gente se acostumbró a la espuma. Pero no es la espuma la que lava, conste.

    Sin embargo, una vez que te has masajeado con la solución de bicarbonato sódico notarás que el cabello queda completamente limpio. Limpio hasta chirriar. Me echo por encima lo que haya sobrado del vaso, masajeo un poquito más y aclaro.

    Importante: hay que echárselo mirando hacia abajo y con los ojos cerrados. Luego meter la cara en la ducha para retirar el líquido con bicarbonato que pueda llegar a los ojos. Como os podréis imaginar, si entra en los ojos, pica.

    Lo siguiente es el suavizante. Conviene no olvidarlo. Solo que en mi caso el suavizante es una mezcla de aproximadamente un 30% de vinagre, un poco de zumo de limón y el resto agua.

    La verdad es que mucha gente usa solo vinagre y está bien. Tal vez yo sea algo más sibarita. A veces le agrego a la mezcla unas gotas de aceite de coco, aceite de árbol del té o de aceite de argán.

    Pero eso entra ya en el capitulo del placer de hacerte tus propios potingues. Y que cada persona es un mundo con situaciones capilares de lo más diversas.

    En general:
    Cuanto más graso sea el cabello => menos vinagre y más bicarbonato.
    Cuanto más seco => más vinagre y menos bicarbonato.

    Hay infinidad de fórmulas más o menos elaboradas que podrás encontrar por Internet pero lo fundamental en el acondicionador es el vinagre (de vino o de sidra) que equilibra el PH, suaviza y da un magnífico brillo al cabello.

    Igual que con el bicarbonato, cuidadín al echarlo que no os entre en los ojos.

    Te das un masajito (esta vez solo para extenderlo y que llegue a todos los cabellos) y a aclarar.

    Si lo estais mezclando en la misma ducha, aclarad bien el recipiente que usasteis para el bicarbonato antes de echar el vinagre.

    Si vais a ducharos fuera de casa podeis llevar las mezclas hechas en frasquitos pequeños de plástico.

    Y eso es todo. Cabello limpio más tiempo, más sano, brillante y, desde luego, sin piojos ni cosas raras.

    Ciertamente, mi vida transcurre felizmente sin champú.


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