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    miércoles, 19 de septiembre de 2012

    Acidos grasos Omega-3: cómo un estudio pésimo se propaga como una epidemia

    Que el periodismo sufre una profunda crisis es obvio. Creemos que los medios de comunicación son necesarios para obtener datos ciertos de lo que pasa en el mundo. Craso error.

    En temas que conciernen a la salud pública el periodismo no se libra del amarillismo más vergonzante. No se puede explicar de otra manera que estudios científicos pésimamente desarrollados se publiquen inmediatamente en casi todos los periódicos mientras que otros, mejor realizados y de mayor calado pasen las más de las veces inadvertidos.

    Ha vuelto a ocurrir. Encontramos por todas partes esta noticia: los omega-3 no se asocian con un menor riesgo cardiovascular. El estudio al que hace referencia la noticia es este: Association Between Omega-3 Fatty Acid Supplementation and Risk of Major Cardiovascular Disease Events.

    A cualquier persona interesada en nutrición y salud,  con capacidad crítica y alguna formación intelectual le debe llamar inmediatamente la atención el espacio que ocupa esta noticia. Más aún si tenemos en cuenta que el rol de los ácidos grasos omega-3 en relación con la salud humana ha sido protagonista de cientos sino miles de estudios.

    Una lectura atenta del estudio publicado revela que todo el planteamiento está muy mal diseñado a pesar de que haya pasado los controles de una prestigiosa publicación científica. Algunas razones son estas:

    1) Solo se han elegido 20 estudios entre más de 3000 publicados lo cual es, a todas luces, una muestra demasiado pequeña sobre la investigación realizada en relación a los ácidos grasos omega-3 y los eventos cardiovasculares.

    2) La mitad de los 20 estudios previos recopilados en este metaanálisis utilizaron dosis menores de 1 gr. diario de ácidos grasos omega-3.  Los conocimientos actuales de la bioquímica humana de los omega-3 sugieren una ingesta diaria de 3 o 4 gramos. Si analizamos estudios con dosis muy bajas es fácil llegar a una conclusión negativa. Incluso en estudios que ya tienen unos cuantos años se utilizaron dosis bastante mayores. Por ejemplo, en Cardiovasc Drugs Ther. 1997;11(3):485-91. dosis diarias de 1,8 gramos de una combinación de EPA y DHA (ácidos grasos omega-3) se asociaron a un 10% menos de incidencias cardíacas, 12% menos infartos no mortales y 10% menos de muertes por patología cardíaca.

    3) Todos los estudios analizados en este trabajo tuvieron una duración máxima de 2 años. Esto es manifiestamente insuficiente. Es necesario un seguimiento mucho mayor para establecer de una manera concluyente la eficacia o no de un nutriente (que no un fármaco). La ingesta de ácidos grasos omega-3 tiene efectos bien conocidos y estudiados sobre las rutas metabólicas relacionadas con los procesos inflamatorios. Pero es también cierto que sus beneficios se hacen patentes a lo largo de una linea temporal extensa en el contexto de una dieta rica en estos nutrientes.

    En conclusión

    El nefasto planteamiento de este metaanálisis es tremendamente sospechoso. ¿Por qué se han utilizado tan pocos estudios? ¿Acaso para poder elegir mayoritariamente aquellos que utilizaron dosis muy bajas de omega-3?

    La ciencia tampoco es ajena a los más oscuros intereses económicos. Apenas cabe otra explicación para que un trabajo tan malo llegue a obtener tan enorme repercusión en los medios de comunicación.


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